Esimados amig@s,
Una temporada más, todos nuestros equipos ya han comenzado sus diferentes competiciones, por lo que es un buen momento para compartir con vosotros un artículo de dos de las mejores psicólogas deportivas del momento (Patricia Ramírez y Yolanda Cuevas):
El deporte siempre ha sido considerado un
medio para educar en valores que desarrollen a nivel personal y social y
que seguro te acompañarán a lo largo de tu vida. Valores que comienzas a
adquirir en las edades de iniciación, donde el deporte ante todo es
diversión. Los beneficios físicos del deporte los conoces en su mayoría,
pero que tomes conciencia de lo que aporta como herramienta educativa y
psicológica a tu hijo, es la clave. Cuando tu hijo practica deporte, también se educa en valores. Todo depende de la orientación que como padre y entrenador quieras dar.
Los niños aprenden a socializarse con
nuevos compañeros, a ganar y compartir triunfos, a perder y saber
tolerar la frustración, a experimentar emociones, a crear lazos de ayuda
entre ellos, a fomentar la colaboración, a ser responsable, a controlar
la impulsividad en unos casos y a vencer la timidez en otros, a reducir
la ansiedad, a respetar las normas, al entrenador, a los compañeros, a
los rivales y a los árbitros. El deporte también incrementa su nivel de
confianza y autoestima: los niños se sienten partícipes de los éxitos y
jugadas de su equipo, son protagonistas junto a los demás.
Los niños que asisten a actividades
deportivas además aprenden a gestionar y optimizar su tiempo, teniendo
que compatibilizar los estudios con el deporte. A nivel cognitivo, se
fijan metas, desarrollan habilidades como el pensamiento estratégico y
la capacidad de liderar. El deporte en equipo es la mejor
escuela para el futuro trabajo en equipo el día que se integren en un
grupo de trabajo en la empresa. Habrán desarrollado la
pertenencia a un grupo con intereses y objetivos comunes, a cumplir con
lo que uno se compromete, a ser perseverante, a tolerar el error propio y
de los compañeros.
Como padre y como entrenador, procura que
tu atención no esté en si tu hijo gana o pierde, si ha salido a jugar
más o menos minutos o si tu hijo lo hace mejor que “el otro”. “El otro”
también es un niño que acude a los entrenamientos y competiciones con la
misma ilusión que el tuyo. Como padre, tu interés solo debe estar en que tu hijo sea buen compañero, generoso y ante todo, que disfrute.
Pero muchos padres se ofuscan, gritan,
dan directrices desde la banda, hablan mal de los compañeros de sus
hijos, menosprecian y desacreditan a los entrenadores y ven en sus hijos
la posibilidad de convertirlos en grandes estrellas y cumplir con los
sueños que ellos no hicieron realidad. Este problema se repite todos los
fines de semana en todas las competiciones y partidillos de los
chavales. A veces los padres os olvidáis de que vuestros hijos ya tienen
un entrenador. Por eso hay que recordar que no sois los entrenadores de
vuestros hijos, que solo sois los padres y que vuestra labor se limita a
dar apoyo de forma incondicional.
Los padres no tenéis que
conseguir que vuestros hijos rindan más, ni que jueguen con una
determinada estrategia, y olvidaros de centraros en los resultados.
De esta manera solo conseguís generar presión y que el niño se sienta
evaluado por vosotros. Vuestra función es apoyar y fomentar los valores
que el club y entrenadores trabajan con los niños, como el compromiso,
la responsabilidad, la autodisciplina, el respeto, la cooperación, la
humildad, el afán de superación, la tolerancia a la frustración, el
juego limpio, la gestión emocional, honestidad, lealtad… Promover que
sea puntual, acudir a los entrenamientos a los que se ha comprometido,
recoger el material, ser generoso con los compañeros, fomentar la
comunicación y ayudar al entrenador.
Tenéis que motivar y reforzar para que se esfuercen no para que alcancen resultados.
Al finalizar un partido, el niño no tiene que pensar en si lo ha hecho
bien o mal, esa no es la finalidad. La finalidad es divertirse, jugar e
integrarse en un equipo. Pregúntale cómo se lo ha pasado, si ha
disfrutado, cómo te gusta ver con qué ganas se entrega, transmítele que
te encanta verle disfrutar practicando su deporte, que ves que se
entrega en lo que hace por él y sus compañeros, que te sientes orgulloso
de su esfuerzo, de su perseverancia, de su respeto a los demás y de su
deportividad.
No fomentes actuaciones físicas, técnicas y tácticas deportivas que el entrenador no les exige.
El entrenador es el que tiene que corregir, esa su función, pero no es
la tuya. Si tu hijo sabe que vas a valorarle tras el partido, lo pasará
mal desde que suena el despertador para asistir al encuentro. Practica
su deporte nervioso y pendiente de tus pautas, gritos, gestos y de lo
que le dirás después. Así es imposible disfrutar jugando, ¿no crees? No
olvides las consecuencias que tiene en la autoestima de tu hijo. No es
extraño escuchar a niños que dicen: “el domingo juego pero no hace falta
que vengas, papá”.
El problema es que los niños ven que algo
que era divertido se convierte en algo por lo que se les juzga y
valora. Padres y entrenadores no debéis acelerar el proceso evolutivo
del deporte, todo llega, lo importante es crear unas bases sólidas.
Buscamos el desarrollo de la persona y luego, el del deportista.
Por todo esto, piensa en ellos y…
Si eres entrenador:
- Trabaja la cohesión. Los niños se esfuerzan más si se sienten a gusto en el grupo. El deporte es un lugar para disfrutar.
- Habla siempre en términos de NOSOTROS en lugar de YO. Facilita el sentimiento de pertenencia.
- Inculca valores como la solidaridad, la benevolencia y el altruismo.
- Comunícate con paciencia y en un tono conversacional. No tienes más carisma ni más poder por dar gritos.
- Estate más pendiente de los aciertos que de los errores, porque así les transmites seguridad.
- Valora el esfuerzo, la intensidad y el trabajo por encima del talento y la genialidad.
- Define los objetivos en función del rendimiento, de lo que depende del jugador y del equipo, no de los resultados.
- Refuerza siempre. Siempre hay algo que valorar: ser solidario, el compañerismo, el trabajo, el buen humor, la buena actitud…
- Huye de las comparaciones entre ellos. Es injusto y genera desconfianza.
- Trátales en función de lo que te gustaría que te aportaran. Si esperas cosas buenas de los chicos, ellos lo notarán, se esforzarán y se sentirán “buenos”.
Si eres padre de un niño que hace deporte:
- Recuerda el motivo por el que tu hijo va a jugar y no lo pierdas nunca de vista. Lo hace por diversión, por estar con sus amigos, por pasarlo bien.
- Tú no eres el entrenador, eres su padre. De ti no necesita que le digas la técnica, ni lo que tiene que hacer, sólo que le apoyes y le preguntes si se lo ha pasado bien.
- Deja que sea él quien elija si quiere hacer del deporte su modo de vida. Igual prefiere los fines de semana estar con amigos en lugar de ir de competición en competición. Tener talento no te obliga a vivir de él.
- No le presiones, le des gritos desde la banda, no le digas que lo hace mal, ni que ha jugado fatal. Así le haces sentir ridículo, bajas su autoestima y le quitas las ganas de jugar.
- No le hables mal nunca de sus compañeros. Ni le digas que lo hacen peor que él. Intenta unir al grupo en lugar de separarlo.
- No desacredites a su entrenador, ni le transmitas a tu hijo que el entrenador se equivoca. Las desavenencias las tratas con el técnico, no con tu hijo.
-
Anima siempre, independientemente del resultado. Valora su esfuerzo, su ilusión por encima de ganar o perder.
Si los entrenadores y padres tenéis en
cuenta estas pautas es más fácil sacar la mejor versión deportiva y como
persona de los niños. Podréis vivir con equilibrio el inicio de la vida
deportiva, fomentar y facilitar su práctica. Tú eres el modelo de conducta de hijo: ante todo, respeto.
Fuente: Patricia Ramírez (@Patri_Psicologa) y Yolanda Cuevas (@YolandaCuAy)